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Acción Solidaria CALVET – Sant’Egidio

Fincas CALVET sigue apostando por la ayuda a las personas más desfavorecidas mediante acciones humanitarias de gran impacto social.

Fincas Calvet ha sabido posicionarse desde sus inicios, en el año 1951, y marcar una diferencia a través de su innovador modelo de negocio inmobiliario y de una cultura corporativa que, impulsada por el Presidente de Fincas Calvet, Lluís Calvet, ha sabido transmitir al equipo humano de la empresa y al resto de personas que se relacionan con la misma, la importancia de impactar positivamente en la sociedad mediante la realización de diversas iniciativas y acciones de marcado interés social.

Fincas Calvet se ha solidarizado con los colectivos más afectados por la situación económica y social, derivada de la actual pandemia de COVID-19, llevando a cabo una nueva acción solidaria destinada a los más castigados por la pandemia. Gracias a un importante esfuerzo de la empresa, Fincas Calvet ha realizado una donación de 25.000 € que se verán convertidos en 720 lotes formados por una gran selección de alimentos y productos de primera necesidad. El 30 de junio se realizó la entrega de los primeros 180 lotes a la Comunidad Sant’Egidio de Barcelona, una comunidad cristiana, de ámbito internacional, con sedes en más de 70 países del mundo, gestionada exclusivamente por voluntarios y conocida por su gran labor con los más pobres en cada ciudad y por su trabajo por la paz.

A esta primera entrega seguirán tres más, los siguientes meses, hasta completar los 720 lotes citados. De ellos, 600 serán entregados a unidades familiares de 4-5 miembros y los 120 restantes a personas sin hogar.

En total, 18 toneladas de alimentos que llegarán a más de 3.000 personas altamente necesitadas, dejando de nuevo patente la colaboración habitual de Fincas Calvet con entidades del tercer sector y humanitarias. Especialmente importante es la mantenida con la Organización “Médicos sin fronteras” desde hace ya unos años.

Finalmente, os invitamos a leer la reciente entrevista realizada a Raquel Sancho, coordinadora del servicio a las personas sintecho de la Comunitat Sant’Egidio de Barcelona. Es realmente interesante y muy conmovedora.


 

Entrevista a Raquel Sancho,
Comunidad de Sant’Egidio de Barcelona.

Coordinadora del servicio de los “amigos de la calle”.

Antes de entrar en preguntas relacionadas con vosotros me gustaría preguntarte, ¿cómo describirías hoy el panorama de la pobreza en Cataluña? ¿Nos falta mucho aún por conseguir?

La pandemia del Covid-19 ha cambiado la geografía de la pobreza de nuestras ciudades. Estos días hemos visto como muchas personas que tenían un trabajo precario, extranjeros no regularizados o sin contratos de trabajo se encontraban rápidamente desprotegidos, algunos en la calle, una gran mayoría con problemas para cubrir las necesidades alimentarias de sus familias.  Pensábamos que podíamos continuar sanos en una sociedad enferma, pero no es posible porque todos estamos en la misma barca de la humanidad.

Quisiera subrayar otra gran pobreza de nuestra sociedad: la que sufren los ancianos. Durante la pandemia han sido la mayoría de las víctimas y no permitiendo el acceso a los hospitales de los ancianos que estaban en las residencias hemos visto como se ha abierto paso la idea que se pueden sacrificar sus vidas en beneficio de otras. No podemos perder los principios de igualdad de tratamiento y de derecho universal a la asistencia sanitaria conquistados en las últimas décadas. La soledad ha azotado la vida de los ancianos como una doble pandemia. Debemos conseguir que puedan quedarse siempre en casa: vivirán más y mejor.

¿Qué es y cómo surge la Comunidad de Sant’Egidio?

Sant’Egidio es un “sujeto internacional” muy particular. No es propiamente una ONG especializada en servicios sociales o en mediaciones. Es una comunidad cristiana fundada por Andrea Riccardi en Roma en 1968. Sant’Egidio es conocida por su trabajo con los más pobres en cada ciudad y por su trabajo por la paz. Con el paso de los años se ha convertido en una fraternidad universal de comunidades enraizadas en más de 70 países del mundo, primero en Europa, pero también en América, Asia, y especialmente en África.

La oración, el servicio a los pobres, el trabajo por la paz y el dialogo interreligioso son algunas de sus características fundamentales. Nuestro servicio a los pobres se basa en un servicio gratuito (todos somos voluntarios) que parte de una amistad concreta y personal. Los pobres no son para nosotros usuarios, ni un numero o alguien a quien asistir, sino un amigo, alguien de nuestra familia con quien compartimos y a quien ayudamos.

¿Cuál es el perfil de las personas que llaman a la puerta de Sant’Egidio? ¿Ha cambiado en los últimos años?

En Sant’Egidio no hemos querido encerrarnos nunca ni especializarnos sólo en el encuentro con un tipo de personas. Nuestra preocupación ha sido detenernos delante del hombre medio muerto que encontramos hoy en nuestra ciudad. Son las personas que encontramos en la calle porque no tienen un techo y a quienes ofrecemos una cena ambulante, los invitamos a nuestro comedor, o les ofrecemos acogida y orientación. Los ancianos que están solos en casa o en las residencias reciben nuestra visita y nuestro acompañamiento. A los refugiados que llaman a la puerta y quieren ser acogidos también les ofrecemos aprender la lengua en la Escuela de cultura e Idiomas. Para los niños y adolescentes, la Escuela de la Paz es la respuesta. En cualquier caso, ofrecemos nuestra amistad y nuestra ayuda, para que puedan volver a integrarse en el tejido de nuestra sociedad, encontrando una nueva familia.

Leyendo en cada momento los signos de los tiempos hemos ido encontrando nuevas respuestas. Recientemente para responder al problema de los ancianos y para ayudar a las familias hemos trabajado para que los ancianos se queden en casa. La propuesta de los corredores humanitarios ha sido una respuesta para evitar las muertes en el Mediterráneo y proponer una vía legal y segura para llegar a Europa.

¿Qué servicios ofrecéis y que os hace diferentes respecto a otras entidades similares?

En cualquiera de los servicios de Sant’Egidio las personas ofrecen su tiempo, su sensibilidad y conocimiento gratuitamente.  Y quiero decir que la gratuidad no se opone a la excelencia. En Sant’Egidio no les damos a los pobres lo que nos sobra, les damos lo mejor, es por ello por lo que cuidamos que nuestros servicios se caractericen por la excelencia y por la relación personal. Como he comentado las personas que encontramos tienen su nombre, su historia, los conocemos.

Diría que esta es la fuerza débil de la comunidad: el no tener ningún interés económico, ni con las instituciones, pero al mismo tiempo disponer de la fuerza de conocer las personas y la realidad que viven desde dentro. Además, Sant’Egidio constituye una sola comunidad en el mundo. Nuestra reflexión e intercambio de experiencias y respuestas para hacer frente a las distintas realidades de pobreza que encontramos, la estudiamos y la experimentamos con las demás comunidades.

Esta característica nos ha permitido tener una visión global y local muy acentuada y a la vez, es lo que nos ha permitido poder reaccionar desde el primer momento durante la crisis el coronavirus. En África ya habíamos vivido la emergencia de la pandemia y conocíamos los protocolos de prevención y actuación adecuados.

¿En qué medida crees que tu día a día en Sant’Egidio te ha impactado a nivel personal?

Conocí la comunidad de Sant’Egidio desde joven y me impactó la relación personal que tenia con los pobres. Sus miembros los llamaban “amigos”. Esto cambió la idea que yo tenía de la amistad. Tomaban en serio su vida, buscaban respuestas a sus problemas, les ayudaban de forma concreta y gratuita, sin recibir nada a cambio. Con el tiempo me di cuenta de que recibía mucho más de lo que daba. La amistad concreta que vivía cada día con los niños de la calle en la Barceloneta, en La Mina, con las personas que viven en la calle, con los ancianos iba cambiando mis sentimientos, rompía mis prejuicios, abría mis horizontes estrechos, llenaba mi vida de deseos y de sueños nuevos que antes no tenía. Con el sueño de cambiar sus vidas, cambiaba mi corazón. Esta pregunta de conversión personal ha seguido siempre abierta para seguir dando las respuestas necesarias en una sociedad que cambia continuamente.

Otra cosa que me impactó fue que siempre hacíamos las cosas juntos y juntos hemos aprendido a lo largo de estos años a dar respuestas a las diferentes situaciones que hemos encontrado. Solos no podemos hacer frente a una realidad grande y compleja como nuestra ciudad. ¡Juntos no sólo miramos nuestra ciudad, sino que miramos el mundo! Y juntos sentimos que podemos hacer alguna cosa. El encuentro con Sant’Egidio me ha hecho salir de casa, de mis costumbres, de mi pereza y abrirme a la realidad de mi ciudad tomando conciencia y responsabilidad sobre la vida de las personas más frágiles y vulnerables. En este sentido, buscar aliados y compañeros de viaje en esta aventura ha sido fundamental. Por eso invitamos a muchos para que se sientan interpelados delante de la necesidad de otros y se pongan la pregunta de hacer alguna cosa para cambiarla.

¿Cómo se financia la Comunidad de Sant Egidio?

Sant’Egidio se financia gracias a la ayuda concreta y personal de las persones y entidades que colaboran. Estamos convencidos que todo el mundo puede ofrecer alguna ayuda, desde las mismas personas pobres que ayudan a otros que son más pobres, hasta aquellos que ofrecen su tiempo o una contribución económica. Prácticamente la totalidad de las ayudas que recibimos inciden directamente en nuestros servicios a los pobres, no se utilizan en el pago de personal ni en gestión interna. Esto nos permite una gran libertad con las instituciones a la vez que repercuten las ayudas directamente en el servicio.

Durante esta crisis del coronavirus, para poner un ejemplo, hemos tenido ambas opciones. Ha habido quien ha puesto a disposición su tiempo, ancianos que han hecho mascarillas en casa para los “amigos de la calle”, cocineros en paro que se han puesto a disposición para hacer las comidas, personas que han ofrecido donativos y, por otro lado, empresas que han hecho donaciones de productos (fundamentalmente de alimentación e higiene), etc. Especialmente importante en este apartado, y por ello no me importa mencionarlo, ha sido la donación de 25.000 € llevada a cabo por Fincas Calvet de Barcelona, que dará lugar a la creación de 720 lotes con productos de primera necesidad. Gracias a ellos, más de 3.000 personas, entre unidades familiares y personas que viven en la calle, podrán beneficiarse de esta ayuda tan necesaria.

Es seguro que las ayudas que recibís hacen un gran bien a las personas o familias que las necesitan, ya que las mismas se traducen en alimentos o bienes básicos, pero ¿hasta qué punto crees que esas mismas acciones también calan en las personas o empresas que las realizan?

Muchas veces circulan mitos falsos, por ejemplo, el pensar que la gente vive en la calle porque quiere, para aprovecharse de los demás… Los pobres no son mejores ni peores que nadie, son pobres. La crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto una realidad que habíamos olvidado: no nos salvamos solos. Una Sociedad individualista o de gente aislada o marginada, no puede sostenerse, necesitamos los unos de los otros.

En este sentido para Sant’Egidio amistad y solidaridad siempre han ido de la mano. Construir una ciudad fraterna requiere tejer una red de amistad y solidaridad que pueda sostener a los más frágiles. A los ancianos, por ejemplo, a aquellos que están solos. No se trata solamente de un problema económico, en nuestra experiencia hay una gran sed de encuentros, de atención personal, para vencer la soledad y el aislamiento. Todos necesitamos ser queridos, poder ser acogidos en una familia. La comunidad representa para muchos pobres de la ciudad este refugio.

Nosotros somos ricos, y cuando miramos a nuestro alrededor y nos damos cuenta de la virulencia de la crisis económica sobre las familias y las personas, de la soledad de los ancianos, de las consecuencias de la poca acogida para los extranjeros nace un sentimiento de deuda, y después una constatación: hay más alegría en el dar que en el recibir. Somos felices cuando salimos de nosotros mismos y encontramos y ayudamos a los demás.

Buen ejemplo, a colación de lo comentando en la pregunta anterior es, nuevamente, Fincas Calvet, una empresa inmobiliaria de gran arraigo en Barcelona, dentro de la cual la satisfacción por llevar a cabo este tipo de acciones solidarias está en su propia cultura corporativa.

Derivado de la pregunta anterior, seguro que habéis recibido, y recibís, innumerables ayudas, por eso me gustaría que escogieras alguna/s de las que más te han impactado, o sorprendido, y nos explicaras el por qué.

Hay siempre una ayuda que me impacta mucho que es la de las persones que encontramos en la calle. En muchas ocasiones cuando falta comida, son muchos los que ceden su ración para otras personas o te indican donde están los más necesitados. Porque con el tiempo nos damos cuenta de que para muchos de nuestros amigos es más importante el pan de la amistad.

Siempre me ha sorprendido que en numerosas ocasiones tuviéramos a nuestra disposición aquello que un pobre nos pedía: un saco de dormir, un par de zapatos de su número para una señora que entraba descalza en el comedor o una silla de ruedas para un señor que no conocíamos y que entró con la suya rota. En medio de la pandemia, incluso dimos una casa a una señora que no la tenía, ahora está conviviendo con una anciana a quién cuida. Algunos le llaman a esto casualidad, yo lo llamo providencia. Ella pone en nuestras manos aquello que debemos dar.

También durante esta pandemia una joven compartía su piso con otras dos compañeras. Esta chica se puso en contacto con Sant’Egidio para poder ayudar a las personas de la calle. Dijo que no podía quedarse con los brazos cruzados viendo que había gente que, cuando se pedía de quedarse en casa, no tenía casa. Poco antes de encontrarnos en el comedor nos llamó llorando. Sus compañeras de piso no le habían dejado salir porque decían que con los pobres se contaminaría. Fue difícil, pero dos meses después pudo reanudar su servicio con los “amigos de la calle” en el comedor.

Toda esa solidaridad y altruismo de la gente, es igualmente recíproca cuando lo que nos llegan son aportaciones económicas o de productos, como la anteriormente citada de los 25.000 € que darán lugar a 720 lotes con alimentos de primera necesidad, porque son una ayuda inestimable tanto o más importante que las anteriores. Y siempre generan una gran ilusión, porque piensas al momento en toda la gente a la que en breve les vas a poder entregar en mano esos productos.

¿Cómo pueden los donantes ayudar aparte de hacer contribuciones financieras?

Hay muchas maneras de ayudar, solo hay que tener la voluntad de hacerlo y mostrar la disponibilidad. Estos días de pandemia con responsabilidad y creatividad además de los encuentros presenciales para poder hacer las distribuciones de comida hay quien ha hecho mascarillas, otros han cocinado. Hay quien hace colectas delante de los supermercados para recoger comida para el centro de acogida. Hay quien hace visitas domiciliarias a los ancianos en casa o en las residencias, otros han escrito cartas o han hecho llamadas a los ancianos que estaban solos. Se puede ayudar en la Escuela de Cultura e Idiomas o tener correspondencia epistolar con algún condenado a muerte en Estados Unidos. Se pueden entregar alimentos, donativos, etc. En definitiva, nadie es tan pobre para no poder a ayudar a otro más pobre.

A modo de resumen, nos gustaría que nos hicieras una reflexión de lo que han significado para ti estos años al frente de Sant’Egidio, y que mensaje les darías tanto a las familias que necesitan ayuda como a todos aquellos que quieren ayudar a través de vosotros.

Ayudando a los demás he descubierto que me ayudo a mí misma, me ayuda a no estar siempre concentrada en mí y en mis cosas. El individualismo es la gran enfermedad de nuestro tiempo. Este virus ha puesto de relieve que todos somos más vulnerables. Pero mi vulnerabilidad no puede ser motivo para encerrarme, para sentirme víctima de una situación difícil o para apartar a quien es más vulnerable que yo. Todos lo somos, pero algunos más que otros. Cada uno puede hacer mucho. Con humildad, con creatividad y con inteligencia cada uno puede convertir esta debilidad en una fortaleza poniendo a la disposición sus capacidades, su tiempo y su ayuda para construir juntos la ciudad de la convivencia. Una ciudad donde se confunde quien ayuda y quien es ayudado. Ahora más que nunca hace falta despertar conciencias y construir redes de solidaridad, de amistad, de proximidad para proteger la vida de las personas más frágiles y vulnerables. Hay una gran necesidad de humanizar la vida de nuestra ciudad y para hacerlo realidad es fundamental la decisión de cada uno.

Raquel Sancho
Responsable Comunitat de Sant’Egidio

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